Lo querían todo y lo querían ya. Tomaron las calles y las plazas sin pedirlas, con el único objetivo de reclamar lo que creían suyo. Los llamaron románticos, revolucionarios, perroflautas e incluso vagos, pero recuerdan que sólo estaban y siguen estando indignados con un sistema político y económico que creen que insiste en darles la espalda.
Mucho ha llovido desde el pasado mes de mayo: acampadas, grandes concentraciones, asambleas, encontronazos con policías y políticos y dos procesos electorales en los que arrasaron los conservadores.
Con el descontento en plena ebullición, el Movimiento 15-M marcó la agenda de la campaña de las autonómicas del 22-M, pero el resultado siguió siendo más derecha. Por la del 20-N pasó de puntillas y sin hacer ruido. Sus integrantes aseguran que andaban metidos en “otras luchas”. Sus detractores, sin embargo, aprovecharon para empezar a hablar de “dispersión” o de “falta de respaldo”.
Llega el final del año del “despertar colectivo” y toca hacer balance. Integrantes de Democracia Real Ya (DRY), Juventud Sin Futuro (JSF) y algunas de las comisiones que surgieron de la acampada de la Puerta del Sol de Madrid relatan a Público los aciertos, los errores y los futuros desafíos de un movimiento que, con poco más de siete meses de vida, se resiste a desaparecer y que, entre otros asuntos, prepara una nueva gran movilización internacional para marzo de 2012.
“Las causas que nos sacaron a la calle siguen estando vigentes. Las políticas que vienen van a ser continuistas. Seguiremos pagando la estafa del mundo financiero”, reflexiona Pablo Gómez, participante del grupo de trabajo de Coordinación de Comunicación del 15-M de Madrid.
Los indignados no quieren que las medidas que pueda tomar el nuevo Gobierno les pillen “descolocados”. Por eso se afanan en engrasar sus engranajes de cara al nuevo tiempo. “Nuestra función es movilizar a la ciudadanía, pero las acciones las marcarán los políticos desde arriba si toman decisiones de espalda a la ciudadanía”, apunta Pedro Herreros, portavoz de DRY. Juventud Sin Futuro, el colectivo que logró reunir a miles de jóvenes el pasado 7 de abril bajo el lema “Sin casa, sin curro, sin pensión, sin miedo”, hará de la lucha contra la precariedad laboral el eje de sus reivindicaciones en el año 2012. Así lo asegura Rita Maestre, participante de este grupo. “Seguiremos manifestando nuestro rechazo al chantaje injusto que se hace a los jóvenes cuando nos dan a elegir entre paro y precariedad”, denuncia.
En este sentido, Maestre asegura que los integrantes de JSF esperan los términos en los que se desarrollará la reforma laboral que previsiblemente emprenderá el nuevo Ejecutivo en los próximos meses. Por lo pronto, vaticinan que seguirá “sin ser eficaz”. “La creación de empleo está ligada al consumo y a la demanda, no al abaratamiento del despido”, admiten desde este colectivo, integrado principalmente por estudiantes universitarios.
“Desesperanza”
Al margen del nuevo escenario que surja con Rajoy ya instalado en la Moncloa, los indignados aseguran que seguirán enarbolando muchas de las banderas que han sacado a la calle durante los últimos meses. Así, continuarán reclamando un cambio de modelo electoral, la separación real de poderes, el control del poder financiero, el derecho a la vivienda digna o la defensa del Estado del Bienestar, entre otros asuntos.
Roberto García, participante de la comisión de política a corto plazo que nació en la acampada de la Puerta del Sol, rescata el componente emocional del 15-M. “En 2012 tendremos que lidiar con la desesperanza de la gente que se va a dar cuenta que Rajoy no va a solucionar todos los problemas”, afirma.
Con las propuestas del 15-M encima de la mesa, los indignados también aprovechan para sacar pecho. Y se apuntan dos tantos. El de la Ley de transparencia y acceso a la información que Rajoy se ha comprometido a aprobar en el primer trimestre de 2012 y la subcomisión que también ha prometido impulsar el líder del Ejecutivo para el estudio de la dación en pago. Ambas son demandas que ha perseguido este movimiento desde su eclosión.
Sin embargo, todas las fuentes consultadas coinciden en que el aporte más relevante del 15-M ha sido “la recuperación de la conciencia crítica”. “Se ha conseguido poner en contacto a grupos distanciados, a gente con problemas que tienen una raíz común. Conceptos antes vistos como radicales o antisistema como dictadura de los mercados’ se han popularizado”, señala Gómez. “Es un movimiento social de toda la vida que ha dado un paso más”, abunda.
Los sectores más críticos con el 15-M han reprochado a los indignados su incapacidad para articular un entramado que vaya más allá del movimiento protesta y que sea capaz de provocar cambios reales. Sus integrantes no tardan en reaccionar. “No se le puede exigir a un movimiento que no nace de una estructura previa que empiece a sentirse y pensarse como sujeto político desde el mismo momento de su creación”, afirma Maestre. Herreros, de DRY, apunta en otra dirección: “Un movimiento social no tiene la obligación de aportar soluciones, sino de mostrar el descontento”.
Los más de siete meses de indignación dejan también lugar para la autocrítica. “Hacer muchas manifestaciones con motivos diversos lastra más que suma”, admite Maestre. García, por su parte, cree que el 15-M fue “inconsciente” al llevar el movimiento a los barrios tan rápido. “Tendríamos que haber dejado madurar más la idea”, señala. En general, los participantes del 15-M consultados apuntan a la necesidad de “utilizar los recursos de forma eficiciente”, de “seguir fortaleciendo las estructuras del movimiento”, así como por “mejorar la comunicación” y “delimitar los objetivos” de cara al futuro.
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